Columna
El Puercoespín
En la vida cotidiana es común quejarnos de lo enormemente engorroso que resulta acceder a un médico especialistas en cualquier institución de salud pública (IMSS, Issste y SSA). La picardía mexicana está llena de chistes irónicos basados en la queja y en el enfado por el tardío acceso a una consulta médica de un especialista.
Sin embargo, si usted decide ir a un médico especialista particular se encontrará con lo mismo, hace días visité a tres psiquiatras y un endocrinólogo para obtener una consulta y mi sorpresa es que estos médicos especialistas no tenían citas, sino hasta dentro de un mes, mes y medios en promedio para poder ser atendido. La falta de médicos especialistas es muy evidente. De acuerdo con el Inegi en México existe un médico especialista por cada 1000 habitantes, aunque la cifra puede variar según la entidad federativa.
Según la encuesta de nacional de empleo y ocupación de 2021 en el país hay un total de 203 mil 137 médicos generales y familiares y 144 mil 273 médicos especialistas, además es importante precisar que el 12.99 % se ubican en la CDMX; el 11.74 % en el Edomex; el 8.62 % en Jalisco; el restante 6.65 % se distribuye en el resto de las entidades federativas, donde Sonora, Chiapas, Durango y Colima cuentan con los menores porcentajes.
¿Por qué hay tan pocos especialistas? ¿Por qué se forman tan pocos?
En la formación de posgrado hay mayor uniformidad que en la formación de médicos generales, ya que, si bien hay diversidad en los programas, un número significativo sigue el programa de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ya que cerca del 50% de los estudiantes de especialidad está inscrito en esta universidad. Existen otros programas en algunas universidades estatales y universidades privadas.
Lo que destaca por ser uniforme en todo el país es el Sistema Nacional de Residencias Médicas, ya que el procedimiento de incorporación y el desarrollo del proceso es el crecimiento del número de escuelas de medicina ha tenido dos momentos significativos, el primero en los años 70, a expensas de instituciones públicas, y el segundo desde los años 90, con un franco predominio de escuelas privadas. A pesar de que la Comisión Interinstitucional para la Formación de Recursos Humanos para la Salud está integrada por un número enorme de instituciones públicas fueron los miembros de la iniciativa privada los que definieron los criterios de acceso a la formación de médicos especialistas.
Básicamente quien decide quienes entran a estudiar una especialidad es la Comisión Interinstitucional para la Formación de Recursos Humanos para la Salud (CIFRHS conformada por 22 instituciones del Estado mexicano y la iniciativa privada), organismo conformado por representación de las instituciones educativas y las de salud, que tiene entre sus funciones la elaboración y aplicación del Examen Nacional de Aspirantes a Residencias Médicas (ENARM) y la intervención en el proceso formativo, destacando la gran desproporción entre la demanda de estos estudios de posgrado y la capacidad de la oferta.
La cifra reportada por el Consejo Mexicano de Acreditación de la Educación Médica en abril de 2016 es de 142 escuelas, de las cuales 70 contaban con acreditación vigente, 20 se encontraban en proceso de evaluación o resultaron no acreditadas, y de las demás, por su reciente apertura (aún no egresa la primera generación), todavía no se tiene información suficiente.
Ya se ha iniciado la intención de uniformar los planes de estudio, mediante una propuesta basada en competencias, elaborada por la Asociación de Facultades y Escuelas de Medicina. Sin embargo, es un proceso lento dada la duración de 6 a 7 años de formación en licenciatura y el número y diversidad de escuelas. El control de calidad se lleva a cabo mediante un proceso de certificación periódica, cada 5 años, por parte del Consejo Mexicano de Acreditación de la Educación Médica.
Después de la obtención de la cédula profesional (como médico cirujano partero) expedida por la Secretaría de Educación Pública, el médico tiene 2 opciones: incorporarse al mercado laboral o continuar con estudios de posgrado. La primera opción puede llevarse a cabo en el sector privado o en el público, pero en este último cada vez con menos oferta; y mantener la actualización mediante actividades de educación médica continua. En el segundo, puede ser por estudios de especialización o de maestría y doctorado. Por razones inherentes al ejercicio de la profesión, el deseo de superación, prestigio y otros de tipo económico, lo más demandado son los cursos de especialización. Más del 90% de los egresados de licenciatura aspira a esta continuidad. Sin embargo, la capacidad del Sistema Nacional de Salud como campo clínico y la suficiencia económica (ya que todos los residentes reciben una beca) son limitantes para satisfacer esa demanda. Así, cada año presentan el ENARM más de 35,000 aspirantes y solo resulta seleccionado un promedio de 7 mil.
En otras palabras, a partir de la década de los 90 el Estado mexicano abandonó el impulso de las especialidades y lo dejó en manos de la iniciativa privada lo que condujo a una baja de formación de profesionales en medicina especializada lo que trajo como consecuencia un cuello de botella y el encarecimiento de estos servicios médicos.
La medicina privada privilegió la salud como una mercancía y no como un derecho y el gobierno, desde entonces en manos de los neoliberales, dejó de formar cuadros para la salud pública y permitió al mercado la regulación de médicos especialistas. Las consecuencias las estamos pagando literalmente, no son suficientes los médicos especialistas y los pocos que hay son insuficientes frente a la demanda.
La salud es una mercancía.
Usted vea los grandes espectaculares y en revistas de la alta sociedad a los médicos especialistas que se anuncian como rockstar cuando ni necesidad tienen de hacerlo.
Hoy la medicina especializada es cara y escaza.
Ahora entendí porque la gente no tiene otra opción que los consultorios de genéricos.
Sí, la medicina es una mercancía… y cara. Y escaza.