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COLIMA

Cena de Navidad, las sillas vacías

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Colima, México, Avanzada (24/12/2024).- Como ha ocurrido durante los últimos años, en esta Cena de Navidad decenas de miles de familias mexicanas y más de un millar de hogares colimenses tendrán en sus mesas alguna silla vacía y no podrán disfrutar a plenitud una noche de paz, debido a la incertidumbre por la desaparición de alguien de sus integrantes, cuya suerte y paradero se desconocen.

Lamentablemente con el paso del tiempo la situación de violencia que sufre el país es cada vez más grave ante el crecimiento desmesurado del número de víctimas. De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas de la Secretaría de Gobernación, hasta este lunes 23 de diciembre el número de personas desaparecidas y no localizadas en México ascendía a 120 mil 248, mientras que en el estado de Colima la cifra era de 1 mil 345.

Por los efectos que provoca en las familiares de las víctimas, se considera que el hecho de que una persona sea desaparecida trae consigo consecuencias de mayor impacto y gravedad que el asesinato, dado que la desaparición generaen los deudos dolor, incertidumbre y ansiedad permanentes, sin permitir cerrar el ciclo e iniciar el proceso de duelo y sanación.

Según el estudio “Impacto psicosocial de la desaparición forzada. Una visión de las madres que buscan a su ser querido”, de Gabriela Linares Acuña y Javier Álvarez Bermúdez, de la Universidad Autónoma de Nuevo León, México, “las emociones que las madres de desaparecidos manifiestan al enterarse del evento son principalmente: miedo, incertidumbre, depresión, angustia, desesperación e incluso síntomas físicos; todas ellas orientadas hacia la seguridad del desaparecido e incluso miedo a denunciar ante las autoridades por represalias”.

Otra manifestación son los síntomas físicos, en los que las participantes enuncian dolores de cabeza, desmayos, entre otros, “estos resultados refieren a lo mencionado por Arnoso(2017), en su estudio con mujeres cuyos familiares fueron víctimas de desaparición forzada, donde la afectación también se presenta a este nivel”.

Los pensamientos que presentan las madres de desaparecidos al inicio del evento, dice el estudio, son principalmente los catastróficos, es decir, “pensamientos recurrentes de que la vida de su hijo o hija está en peligro, la experiencia les significa lo negativo y por comprensión del sentido común se piensa de esta forma (…), también los pensamientos de negación o evasión, donde se busca no pensar en el evento y se recurre a negar que esté ocurriendo; autores como Boelen (2015) señalan que las personas confrontadas con pérdidas violentas, como es el caso de una desaparición, experimentan una angustia emocional más grave y síntomas de duelo prolongado y trastornos de estrés postraumático, en las participantes se evidencia tal experiencia, ya que aunque se trate de pensar en que no ocurre nada malo, al momento de recordarlo se vuelven a presentar los pensamientos catastróficos”.

Inicialmente las emociones que referencian las participantes “son muy específicas: miedo, incertidumbre y depresión; sobre todo al desconocer el paradero de su ser querido, sin embargo, al ir avanzando en el proceso de búsqueda se diversifican, se multiplican y cambian sobre todo porque la pérdida continúa; el miedo se vuelve más intenso, aparecen otras emociones que derivan en angustia por la seguridad de la persona: qué ocurre con él, donde está, estará seguro”.

Con referencia al afrontamiento presentado por las participantes al inicio de la desaparición, encontramos que, aunque lo indican como una emoción, está presente el llanto, ya sea referenciado verbalmente o expresado literalmente al relatar su experiencia, este comportamiento nos habla de que las emociones aún están a flor de piel, sobre todo al relatar el suceso. Todas muestran un comportamiento proactivo que se lleva a cabo según el “deber ser” que nuestra sociedad demanda, sin embargo, aunque éste se lleve a cabo tal y como se indica, no se obtiene la respuesta esperada por parte de la autoridad: encontrar a su ser querido.

“En el proceso se observa cómo existe afectación en la vida cotidiana: sus hábitos y costumbres se modifican en base a las emociones y pensamientos manifestados, lo que antes se realizaba con normalidad y regularidad, da un giro, existe aislamiento, apatía, e incluso se llegan a presentar algunas conductas que derivan en sintomatología psicosomática que afecta directamente su salud física”, puntualiza el estudio.

Todos los anteriores efectos, padecidos día a día a partir de la desaparición de un ser querido, se potencializan enmomentos especiales como la Navidad, los cumpleaños, los días del padre, de la madre, entre otras fechas significativas, que se convierten en acontecimientos altamente sensibles para los familiares de las personas desaparecidas. 

Sólo las familias que experimentan la desaparición de uno de sus integrantes podrían describir el drama que viven de manera cotidiana y el dolor de observar o imaginar en eventos como la Cena de Navidad la escandalosa y calcinante silla vacía.

 

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