El ocaso del kirchnerismo, la sentencia que marca el final de una era política en Argentina

Avanzada (14/11/2024).- Cristina Fernández de Kirchner, un nombre que divide aguas y moviliza multitudes en Argentina. Abogada de formación, política de convicción, supo ser presidenta durante dos mandatos consecutivos (2007-2015) y vicepresidenta (2019-2023). Su vida pública está marcada por decisiones controvertidas, logros que sus seguidores enarbolan con fervor, y acusaciones que sus detractores esgrimen como prueba de corrupción y abuso de poder. Ahora, en la recta final de su vida política, un veredicto histórico amenaza con ponerle un punto final a su carrera.

La mañana del 13 de noviembre de 2023 amaneció con una noticia que retumbó en todos los rincones del país: la Cámara de Casación Penal confirmó la condena de seis años de prisión y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos contra Cristina Fernández de Kirchner. El fallo responde al caso conocido como “Vialidad”, en el que se investigaron irregularidades en la concesión de 51 obras públicas durante sus gobiernos y el de su esposo, el fallecido Néstor Kirchner.

El caso se centra en la adjudicación de contratos viales al empresario Lázaro Báez, un personaje cercano al kirchnerismo, cuya empresa, Austral Construcciones, se benefició con el 85% de las obras licitadas en la provincia de Santa Cruz, la cuna política del matrimonio Kirchner. Según los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, Báez no era más que el ejecutor de un esquema orquestado desde las más altas esferas del poder, encabezado por Cristina, a quien acusan de ser la “jefa” de una asociación ilícita que habría costado a la nación unos mil millones de dólares.

“Estamos ante la mayor maniobra de corrupción que ha conocido este país”, afirmó el fiscal Luciani en sus alegatos finales del juicio en 2022. La sentencia confirma lo que muchos opositores han señalado durante años: la existencia de un entramado para desviar fondos públicos hacia manos privadas a través de una compleja red de favores y sobornos.

Sin embargo, el futuro de la exmandataria no se encuentra sellado del todo. La condena aún debe ser revisada por la Corte Suprema de Justicia de Argentina, y esa decisión no llegará antes de marzo de 2025. Hasta entonces, Cristina Fernández se mantendrá en libertad, a la espera de un último veredicto que podría cambiar el rumbo de su vida y el de la política argentina.

Desde su despacho en el Senado, tras conocerse la ratificación de la condena, Fernández rompió el silencio con una transmisión en vivo a través de YouTube, donde no dejó tema sin tocar. Acusó a los fiscales Luciani y Mola de mentir y de ser parte de una campaña orquestada para condenarla. “Esto no es lawfare ni un partido judicial”, dijo con énfasis, aludiendo a la instrumentalización de la justicia para fines políticos. “Estamos ante un Estado paralelo, una mafia judicial”, afirmó, señalando lo que considera una persecución constante en su contra desde los tribunales.

Sus palabras resonaron como un eco de discursos anteriores, pero esta vez, la tensión se sentía más fuerte. La otrora todopoderosa líder que manejaba los hilos del poder, ahora se enfrenta a un proceso que la coloca en el banquillo de los acusados, bajo la mirada atenta de una sociedad polarizada.

El veredicto dejó al país expectante, dividido entre quienes creen firmemente en su inocencia y quienes exigen que la justicia se cumpla sin importar su cargo o legado. En la misma Santa Cruz, donde años atrás se gestaba el proyecto político que llevaría a los Kirchner a la presidencia, ahora se levanta un reclamo por las promesas incumplidas y las obras inconclusas que simbolizan, para muchos, la corrupción de una era.

El desenlace judicial de este caso es una pieza más en el complejo rompecabezas de la política argentina, un país donde los líderes caen con estruendo, pero nunca parecen desaparecer del todo. Cristina Fernández de Kirchner, figura central de los últimos veinte años, hoy se encuentra en una encrucijada: podría convertirse en la primera expresidenta del país condenada a prisión o en la víctima emblemática de lo que ella llama “persecución judicial”.

Lo cierto es que, pase lo que pase, el nombre de Cristina seguirá en la boca de todos, escribiendo nuevos capítulos en la historia de una nación que parece no poder escapar de los fantasmas de su propio pasado.