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AMLO y el culto a la personalidad

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Desde mi punto de vista, resulta oneroso e inmoral que en medio del actual contexto político y socioeconómico del país se pretenda realizar una inútil consulta sobre revocación de mandato del presidente, que según cálculos del Instituto Nacional Electoral (INE) costaría a la población mexicana alrededor de 3 mil 830 millones de pesos.

Además, por la forma como se están dando las cosas, un ejercicio de esta naturaleza se antoja surrealista, por decir lo menos, sobre todo porque quienes lo están promoviendo no son los opositores, sino los propios simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador. ¿En qué país del mundo los seguidores de un presidente tratan de abrir la posibilidad de que éste permanezca o se vaya anticipadamente del poder?

Es absurdo y sospechoso también que el movimiento promotor de esa consulta sea motivado e impulsado por el mismo AMLO, con el auxilio de la Nomenklatura morenista conformada por toda una estructura de representantes populares, gobernantes y dirigentes políticos aglutinados en torno del nuevo partido oficial y sus aliados.

¿Cuál es entonces el verdadero propósito de empujar una consulta sobre revocación de mandato, en la que los principales interesados acudirían a las urnas a votar en contra de la que, desde ahora, puede calificarse como una muy improbable revocación? Si no existe un sector opositor abanderando la consulta de revocación, ¿qué sentido tiene que lo hagan el gobernante y sus adeptos?

Aunque la posibilidad de una consulta sobre revocación de mandato se encuentra considerada en la Constitución General de la República, es notoriamente cierto que en este momento los seguidores de López Obrador no tendrían nada de qué preocuparse al respecto: La oposición, tan disminuida y desarticulada, no tiene la fortaleza siquiera para reunir las firmas necesarias para solicitarla y, mucho menos, para lograr que el mandatario federal se vaya del puesto antes de que concluya el periodo para el que fue electo. Por lo tanto, cualquier consulta es ociosa.

Bajo las circunstancias actuales, ¿no sería más justo, razonable y preferible destinar, por esta ocasión, ese dinero —que equivale a más del 20 por ciento del presupuesto anual de Colima— a cuestiones fundamentales para los sectores vulnerables del país y dejar que el presidente termine su sexenio sin esa distracción?

Habría que analizar cuántas vidas de niños con cáncer podrían salvarse si en lugar de gastar ese dinero en la consulta, se utiliza para costear los tratamientos médicos. O cuántas sesiones de diálisis, de 650 pesos cada una, podrían garantizarse para pacientes con insuficiencia renal que mueren diariamente en el país por no contar con recursos para acudir a sus tres citas semanales. Esto sólo por poner dos ejemplos.

Cada que puede, López Obrador presume la reducción de la partida presupuestal para publicitar acciones de su gobierno en los medios de comunicación. En lo personal me parece muy sano que lo haya hecho. Lo que considero muy cuestionable, sin embargo, es que se encuentre empecinado en promover un ejercicio en el que se gastarían casi 4 mil millones de pesos sólo para hacer que la gente vaya a votar otra vez por él.

Estoy convencido de que la popularidad de AMLO se encuentra en tal nivel que no necesita legitimarse ni que se le ratifique en su mandato. Opino que cualquier acción en ese sentido no pasará de ser un simple ejercicio —demasiado caro, por cierto— de culto a la personalidad.

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