Ya viví muchos años y jamás vi tanto malestar social en Colima. Sin embargo, empeorará.
El gobierno estatal ha hecho un desastroso trabajo, las organizaciones criminales en Colima operan con total impunidad. Sumando las tentativas y los homicidios, arroja un saldo promedio mensual de 87.5 hechos sangrientos, tres diarios. Y por cada 100 homicidios únicamente sentencian a 6 personas.
De sobra está explicar que las tentativas de homicidios no son caricias: los iban a matar. Si los sicarios fallaron, es tema aparte.
El trabajo de inteligencia que debería implementar el gobierno en Colima es nulo y explico porqué. La geografía y orografía de nuestro estado permite conocerlo en su totalidad, la cantidad de efectivos de las corporaciones de seguridad deberían conocer absolutamente todo, de todos.
Quienes son, dónde están, a qué se dedican, es información básica que desde hace más de diez años deben tener en su poder los sistemas de “inteligencia”, sin embargo, lo que vemos es que no dan golpes de precisión en las aprehensiones, y aún cuando eventualmente suceden, los delitos de alto impacto continúan, significa entonces que los cárteles no tienen problema para reponer las bajas que sufren, por homicidio o detenciones.
Cada año estamos peor, los índices en homicidios, extorsiones, violaciones, robo de vehículos y de negocios se dispararon, de tal suerte, que la federación, el estado y los municipios fallan en su tarea primigenia: garantizar la seguridad de los gobernados.
La colusión de funcionarios públicos y las organizaciones criminales jamás se ha castigado en Colima. En contraste, en otros estados vemos a exgobernadores, exfiscales, diputados y alcaldes en prisión por sus vínculos con la delincuencia.
Significa que los órganos internos de control de personal también fallan. Este punto es toral para el correcto andamiaje de las instituciones, es preciso imaginar qué les sucedería a los policías si sus mandos estuvieran vinculados con la delincuencia, como en Nayarit, por ejemplo.
La “mesa para la construcción de paz y seguridad” en Colima es un fracaso, eso nadie podría discutirlo, el problema es que por más que repitan el mantra “estamos trabajando” y ocasionalmente “la cifra de homicidios bajó en comparación con…”, los colimenses no merecemos que la burocracia se “autoaplauda”, porque eso quiere decir que están haciendo un magnífico trabajo, cuando no es así.
No podemos tolerar más malas decisiones, los 600 muertos de Indira se acumulan en el imaginario colectivo, pese a los infructuosos esfuerzos de “la mesa” para manipular la opinión pública y convencernos de que su trabajo rinde frutos. Me resisto a aprender a morir.